El caso de Teotihuacan no es el de una cultura abandonada y olvidada a lo largo de los siglos. Desde sus inicios hasta la actualidad, Teotihuacan ha sido el lugar en que se han ido desarrollando diversas historias, desde la vibrante ciudad del período Clásico hasta la actual zona arqueológica.
Una gran ciudad amerita un gran final y en eso Teotihuacan, no decepciona. El “colapso” de Teotihuacan con sus incendios, saqueos y abandonos que se dio durante el VI siglo después de Cristo, ejemplifica lo que en arqueología se ha denominado el colapso de las sociedades complejas y nos retrotrae a otros casos de la arqueología del Viejo Mundo.
Pero a pesar de ese “colapso”, Teotihuacan no desapareció. Cierto es, que paulatinamente las plazas se convierten en campos de cultivos y las pirámides se convierten en los montecillos que cronistas como Fray Bernardino de Sahagún mencionan en sus libros. La población progresivamente se dispersa y lo que fueron los antiguos barrios de la ciudad prehispánica se convierten en los nuevos pueblos del periodo colonial. Nuevos monumentos aparecen en forma de iglesias, puentes y cruces y no podemos más que imaginar que las piedras de las antiguas casas se convierten en el material de construcción de los nuevos asentamientos. Teotihuacan vivirá los eventos de la independencia de México de España, así como los de la propia Revolución Mexicana. Finalmente, en el siglo XX se inician las excavaciones para exponer las grandes pirámides y se selecciona el área central como un sitio arqueológico protegido y abierto a visitantes con una importante proyección en el turismo nacional e internacional.
En los libros de arqueología se menciona que Teotihuacan ejemplifica el período Clásico en el Altiplano Central y que su influencia abarcará gran parte de Mesoamérica, tal y como lo demuestran los numerosos objetos de factura o imitación teotihuacana que se encuentran ampliamente distribuidos a lo largo del territorio. Alrededor del siglo IV de nuestra era, Teotihuacan es una urbe multiétnica en la que se realizaban numerosas actividades de orden político, económico y cultural. En sus calles se hablaba en diversas lenguas, se discutía, se pactaba y se negociaba y se transitaba para ir a los talleres, a los templos o para ir a cultivar en los campos que la rodeaban, a cazar en los bosques y pescar en los cercanos lagos, ríos y arroyos. La ciudad recibía numerosos objetos y materias primas que no producían directamente pero con ellos venían también líderes, comerciantes y campesinos que volvían a sus lugares de origen para alabar las excelencias de las monumentales construcciones.
Hoy en día, lo que fuera una ciudad de 22 km², se ha quedado circunscrita a un área visitable de 265 hectáreas en la que el visitante puede pasear por el centro ceremonial de la ciudad y visitar las archiconocidas construcciones monumentales de la Pirámide del Sol y de la Pirámide de la Luna, así como el Templo de la Serpiente Emplumada. Como bien corresponde al centro del poder político de la ciudad, todas las construcciones del centro de la ciudad son edificios vinculados con las clases más altas de la sociedad teotihuacana, con los que fungían como actores del poder político y religioso de la ciudad. No parece haber ninguna duda en cuanto se observa la calidad constructiva de los edificios, así como la calidad de los estucos. A menudo los edificios estaban decorados con pinturas murales y esculturas de piedra que decoraban alfardas y tal vez las propias plazas, patios y altares. Todo el centro de la ciudad exuda el discurso del poder político de las élites que enviaba a locales y visitantes un mensaje muy claro: ellos gobernaban la que era, al menos en el Altiplano Central, la mayor ciudad conocida por sus contemporáneos.
Coronando dicha imagen, las pirámides del Sol y de la Luna, denominadas así por los mexicas, pero que hoy en día los teotihuacanistas dudan que esas fueran sus advocaciones reales, al menos en tiempos teotihuacanos. Las pirámides en Mesoamérica deben de verse como basamentos piramidales que albergaban en lo alto un templo dedicado a una o varias deidades o entidades sagradas, eran un nexo de contacto entre los diferentes niveles de la cosmovisión indígena mesoamericana. Las investigaciones desarrolladas a lo largo de numerosos años nos han permitido constatar el ritmo de crecimiento de los distintos edificios, así como conocer los diversos rituales de consagración que se realizaron a lo largo de los diferentes periodos constructivos. El sacrificio humano no era extraño en Teotihuacan sino que formaba parte de la exhibición del poder del gobierno de la ciudad respecto a la colectividad.
Las culturas son dinámicas y Teotihuacan no es una excepción. Apenas hoy en día estamos valorando los matices del cambio dentro de la misma cultura e intentando dilucidar las posibles crisis internas o los momentos en la historia de la ciudad en que su influencia fue más palpable en el territorio mesoamericano. Es un arduo trabajo ya que Teotihuacan, como otras culturas americanas, no parece que haya utilizado la escritura de manera profusa. A diferencia de sus contemporáneos mayas, los teotihuacanos no utilizaron de manera tan evidente la escritura glífica para loar las glorias de sus gobernantes y sus ancestros. En Teotihuacan, la idea y la función sobrepasan la individualidad: los líderes teotihuacanos prefieren representarse dando importancia a la función que tienen como garantes del orden o decorando sus edificios con símbolos que aluden al fuego, al sacrificio, a la fertilidad…
Una primera visita al sitio arqueológico nos pudiera hacer pensar que ya se conoce muy bien el lugar. Nada más erróneo. Muchos proyectos de investigación están ahora en marcha en la ciudad, con el objetivo de acercarse a un mejor conocimiento de su organización y modo de vida. Entre ellos, desde 2018, la Fundación Palarq y el Programa de Excavaciones en el exterior del Ministerio de Cultura y Deporte han estado financiando la prospección arqueológica de los cuadrantes N2E1y N2E2 según la terminología del mapa de la ciudad implementado por el Dr. René Millon y su equipo como parte del Teotihuacan Mapping Project (1973). Este proyecto es realizado por un equipo multidisciplinar de investigadores liderados por la Dras. Alessandra Pecci y Natalia Moragas del Departamento de Historia y Arqueología de la Universitat de Barcelona (ERAUUB-IAUB) y los Dres. Luis Barba y Agustín Ortiz del Laboratorio de Prospección Arqueológica del IIA, Universidad Nacional Autónoma de México (IIA-UNAM).
A pesar de ser un área transitada por los turistas, por ser una vía de acceso desde la Calzada de lo Muertos hacia el actual museo o la propia pirámide del Sol; lo cierto es que esta área ha tenido poca atención por parte de la academia en general. A diferencia de su contraparte al oeste, estos dos cuadrantes (N2E1 y N2E2) fueron estudiados someramente en la década de los años ochenta con algún acercamiento arqueológico en los años noventa, pero lo cierto es que no había sido sujeto de investigaciones sistemáticas. Estos dos cuadrantes ocupan un área de 50 Ha, delimitadas en su lado oeste por la Calzada de los Muertos, al sur por el río San Juan, al norte por el lado sur de la Pirámide del Sol y al este por el pueblo de San Francisco Mazapa. Es un área muy céntrica de la ciudad y es probable que tuviera un papel importante dentro de la gestión de la ciudad. Nos encontramos en un área rodeada por construcciones de la élite teotihuacana con funciones administrativas y rituales y tal vez incluso habitacionales, aunque todo ello cae en el campo de las hipótesis de trabajo.
A diferencia de la arqueología de la primera mitad del siglo XX, hoy en día contamos con información de instrumentos científicos antes de proceder a una excavación. Estas nuevas herramientas permiten definir con mayor claridad las áreas de excavación, generar hipótesis más adecuadas y un enorme ahorro en tiempos y costes de excavación. Para contar con datos contrastados por diferentes estudios, se han aplicado diferentes herramientas como la resistividad eléctrica, la magnetometría o el radar de penetración terrestre en las áreas accesibles, para poder “radiografiar” la superficie y delimitar áreas de interés para su futura excavación. En paralelo, se ha realizado un recorrido de superficie para registrar la cantidad, distribución y calidad de los materiales arqueológicos presentes en la superficie. Finalmente, el uso del dron ha permitido realizar la fotogrametría y así ofrecer una representación de alta calidad de las condiciones actuales del terreno. En paralelo al registro sistemático de los dos cuadrantes, se ha consultado la bibliografía existente para revaluar de manera más científica posible la pregunta que surge: ¿Qué se hacía en esta área de la ciudad? Sin duda alguna, el río San Juan, que fue desviado artificialmente por los propios teotihuacanos para que atravesara la ciudad siguiendo el eje este-oeste, tuvo un papel importante en este barrio. Nos diría mucho de la relación de los teotihuacanos con el río, saber el tipo de conexión que existía en este conjunto. Las primeras observaciones sobre el terreno nos muestran que las construcciones del barrio tenían los drenajes del conjunto que desaguaban en el río, y algunas de ellas sugieren un tipo de entrada o puerta trasera que debió de existir para el ingreso de personas y productos desde el propio rio. Así mismo, los primeros datos sugieren un patrón de distribución algo diferente al inicialmente propuesto por el proyecto del Dr. Millon para esta área, así como una comparativa con su grupo opuesto nos sugieren una dinámica de movilidad interna y disposición de los cuartos con diferencias que deben de ser contrastadas en las futuras excavaciones.
La arqueología del siglo XXI no es tan solo una arqueología de grandes descubrimientos sino también una arqueología que pone al individuo del pasado a pie de la calle y que nos reta a interpretar lo que era su vida cotidiana en la gran ciudad de Teotihuacan.
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